Como muchos de mis compañeros, mis
clases de plástica se basaban en el famoso cuadernillo de actividades en las
que, en una esquina superior, te indicaba los materiales que necesitabas para
realizar dicha técnica plástica, a la cual el maestro le ponía una nota, un número.
Esta nota determinaba cómo de bueno era tu arte, y en numerosas ocasiones tanto
mis compañeros como yo, nos hemos visto desanimados y desmotivados por ese
dichoso número que aparecía en la esquina superior derecha de nuestras fichas. Yo
al arte, lo considero como un código diferente al más común que son las
palabras orales y escritas, por lo tanto, cuando una persona ve su arte como
algo malo, no le estas permitiendo hablar a través del dibujo.
Como dije al principio, a medida que
iba creciendo mi visión y pasión por el arte, fue cambiando, primero con las
notas en primaria y después otro factor fundamental era el tiempo y el “nivel”
de importancia. Cada vez que iba subiendo de curso, las matemáticas, la lengua
y el inglés, iban adquiriendo mayor importancia y por lo tanto ocupaban mayor
tiempo de dedicación, dejando a un lado el arte y el deporte. Tanto por parte
de mis profesores y profesoras, como por parte de mis padres, la asignatura de plástica
no solo tomaba un segundo puesto, sino que incluso un tercero o casi excluida junto
con música.
Todo esto a lo largo de los años ha
hecho que finalmente haga que no realice ninguna actividad artística, aunque eso
no significa que no me guste ya pintar, al revés, me llama muchísimo la atención,
sin embargo, algo si ha quedado en mí, que el arte ha quedado en un lugar secundario
o terciario, porque por delante de eso van las oposiciones, la universidad, los
idiomas, el trabajo, etc.